EL GRAN HOMENAJE PARA EL GAUCHO DE MADARIAGA - ARGENTINO LUNA -
Se fue el gaucho de Madariaga , un amigazo al que tuve el gusto de concocerlo , primero en 1995 en el Centro Municipal Cultural Munro dónde nuestra productora lo contrato para cantarle al pueblo de Munro en Vicente López , aquel día la sala estalló de público y al finalizar su actuación los vecinos de este popular pueblo lo rodeaba con muestra de admiración y afecto .
Luego en 1996 saldría al aire con él de invitado en su programa por la televisión por cable TVA hoy señal desaparecida en "Mateando con Argentino Luna" -
En esa oportunidad hablando y pasando videos de la Fundación Base Antártica Marambio -
Mis recuerdos y mi nostalgia para este gran personaje de la música argentina que no olvidaremos jamás.
Payador surero, autor, cantante, gaucho de Madariaga, donde nació el 21 de junio de 1941. Todo eso, y mucho más para la historia del folclore es Argentino Luna. Y aunque no morirá nunca por su legado cancionero, el documento en su bolsillo dice que la vida de Rodolfo Giménez, de 69 años, se apagó anoche luego de luchar con problemas intestinales y un accidente cerebrovascular.
Se apagó la vida del hombre de la cédula de identidad, hijo de puesteros de estancia, peón él mismo en un arenero cuando afirmaban a Villa Gesell para que no se la llevara el viento, en 1947.
El “Negro” Luna, como le decían sus amigos sufrió una descompensación renal el 6 de febrero. Fue en Puerto Deseado, donde actuó en una jineteada, Caleta Olivia durante una gira artística por la Patagonia. Ya le faltaba un riñón y el panorama se complicó hasta derivar en la perforación del duodeno y una infección intestinal. Lograron estabilizaron en el Hospital de Caleta Olivia, hasta que la jefa de terapia intensiva Viviana Romero, estimó que estaba en condiciones de ser trasladado a la Fundación Favaloro en la Capital Federal.
El 23 de febrero, según su página oficial, fue sometido a una nueva operación, hasta madrugada siguiente. Desde entonces Estuvo en terapia intensiva, pronóstico.
El viento del Atlántico y la Pampa extensa moldearon su estilo. “Nunca estudié música”, confesó a Clarín en 1978. De los montes del Tuyú y de mujeres como su propia madre, Esperanza Castañares, y su papá Juan Lino, tomó los personajes de peonada, lavanderas y cocineras que poblaron sus letras amadas por la gente.
Grabó más de 300 canciones: huellas, milongas, zambas, triunfos, cifras y poemas entre otros ritmos criollos. Se plasmaron en casi 50 discos. Llegó a Buenos Aires en los 60 y llegó a la TV en 1968. Su otra patria chica fue Quilmes.
Recorrió varios países y hasta en Brasil grabó “Milonga de tres banderas”, del riograndense Caetano Braum. El “misterio de la milonga”, con apenas un bordoneo, lo aprendió de los criollos de Madariaga. Y con esa escuela recorrió el mundo, dejando una huella.
Le fluían recuerdos del Madariaga natal, donde cada año se realiza la “Fiesta Nacional del Gaucho”. Un viento salobre la cruza y Luna dijo que lo inspiró el paisaje pampeano, que hacia el norte tiene el sello de la cuenca del río Salado.
Y para explicar cómo era su “sala de grabación”, contó: “Tirado panza arriba, bajo la celeste techumbre del cielo, gastaba los días mirando el vuelo de los pájaros y en el profundo silencio de la campiña bonaerense, el canto de los grillos, el grito de los teros, el mugir de las vacas, el relincho de los baguales, y el torear de los perros, mis amigos primeros e inolvidables”.
“Moriré con una milonga”
A “Un cielo limpio repartiendo estrellas” quizás su verso más logrado, sumó otros bellísimos. Ya en los 90 tenía 45 discos. También actuó en Japón, EE.UU., Costa Rica, Panamá, Brasil, Uruguay y Paraguay.
Padre de cinco hijos de dos matrimonios, compuso más de 300 canciones, como “Zamba para decir adiós”, su primer gran éxito, “Mire qué lindo es mi país paisano”, “Mirá, lo que son las cosas”, “Pero el poncho no aparece”, y “Me preguntan como ando”. Logró La Palma de Plata, El Limón de Oro, Gardel de Oro, y El Charrúa de Oro, entre otros galardones.
“Me voy a morir tocando una milonga, o con un poema de Yamandú Rodríguez que aprendí cuando corría a atar el caballo con mi padre, en Madariaga”, contaba nostalgioso.
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